Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):
EN el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio ttetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajador;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».Palabra del Señor.
El contexto del llamado a la conversión:
El evangelio según san Lucas (3,1-6) nos transporta a un momento en la historia donde Dios irrumpe en medio de los acontecimientos cotidianos para hacer un llamado profundo a la conversión. Juan el Bautista, como voz en el desierto, nos recuerda que la preparación para el Señor no ocurre en un vacío, sino en el contexto de nuestra vida diaria: en nuestras familias, trabajos y comunidades. Este mensaje nos invita a reflexionar sobre los obstáculos que debemos remover de nuestras vidas para dar paso al amor de Dios.
Derribando las montañas del egoísmo:
Juan el Bautista habla de «llenar los valles» y «abajar los montes». En nuestra vida cotidiana, estas palabras pueden aplicarse a los desafíos que enfrentamos en las relaciones interpersonales. ¿Cuántas veces dejamos que el orgullo o el egoísmo nos separen de los demás? Derribar esas montañas significa renunciar a las actitudes que nos alejan del prójimo, especialmente en el trabajo parroquial y comunitario. Este es un llamado a servir desde la humildad y con un corazón abierto.
Rectificar los caminos torcidos de la indiferencia:
Los «caminos torcidos» mencionados en el evangelio simbolizan la indiferencia o la falta de compromiso con los valores cristianos. En el contexto de la parroquia o los movimientos apostólicos, puede manifestarse en la apatía hacia las necesidades de los demás. Enderezar esos caminos implica renovar nuestra disposición al servicio y al cuidado del más necesitado. Es un esfuerzo constante por construir relaciones basadas en la solidaridad y el respeto.
La conversión como un proceso comunitario:
El mensaje de Juan el Bautista no está dirigido únicamente a individuos aislados, sino a una comunidad que espera al Mesías. La conversión auténtica trasciende lo personal y se convierte en un acto colectivo. En nuestras comunidades parroquiales, esto significa trabajar juntos para superar divisiones, fomentando una cultura de encuentro y acogida. Preparar el camino del Señor en comunidad es testimoniar el amor de Dios con acciones concretas que reflejen justicia y paz.
Un llamado a la esperanza activa:
La imagen de todos los hombres viendo la salvación de Dios es una promesa de esperanza. En tiempos de incertidumbre, esta esperanza nos sostiene y nos impulsa a seguir adelante. Aplicar este mensaje en nuestras vidas significa ser agentes de transformación en nuestro entorno. En el trabajo parroquial y apostólico, implica ser testigos de una fe viva que inspira a otros a buscar el rostro de Dios.
Meditación Diaria:
En el Evangelio según san Lucas (3,1-6), la voz de Juan el Bautista resuena como un eco en nuestra conciencia: “Preparen el camino del Señor”. Esta preparación no es algo superficial; requiere de una mirada honesta a nuestra vida y de una disposición para cambiar lo que nos aleja de Dios. Tal vez sea una relación dañada, una falta de paciencia o un apego desordenado. Dios nos llama a nivelar los valles de nuestras carencias y a derribar las montañas de nuestros excesos.
En este tiempo de reflexión, pidamos al Señor que nos ayude a discernir los caminos que necesitan ser enderezados en nuestra vida. Recordemos que la conversión no es un acto solitario, sino un proceso que florece en comunidad. Es en el encuentro con los demás donde el amor de Dios se hace presente. Que esta meditación nos motive a ser heraldos de esperanza y a preparar con alegría el camino para el Señor que viene.
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